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Perú: Cuando la vida no vale un cobre: Entrevista Yepan a Maga Zevallos, directora de «La vida no vale un cobre»

(YEPAN. Damaris Molina).- Desde Espinar, Perú, tierra andina rica en minerales, se estima que anualmente la empresa Glencore extrae 160 mil toneladas solo en concentrado de cobre como principal producto aparte de oro y plata como subproductos. Pero en contraste con estas increíbles cifras, Espinar también presenta una depresión socioeconómica de sus habitantes, una población de unos 67 mil personas que deben soportar la contaminación de su entorno, del agua y sus propios cuerpos, que al 2007, presentaba cifras tan penosas como una desnutrición crónica en el 47% de los niños menores de cinco años.

Espinar sufre 36 años de explotación minera, que a la vez son ejemplo de una realidad que porfiadamente se repite en Latinoamérica, donde poblaciones enteras han muerto y siguen muriendo lentamente entre el olvido y la contaminación. Es un patrón de conducta que se repite, una forma de menosprecio colectivo, donde ciertas vidas, unos determinados humanos valen menos que el salitre de la pampa chilena, que el carbón de Lota, que el cobre de Espinar.

Bien lo sabe Maga Zevallos, autora del único documental transmedia en programación, que se presenta en Chile, en el marco de la 12 Muestra de Cine+Video Indígena 2018: Todas las Voces, documental que en más de 30 piezas audiovisuales –infografías, línea de tiempo, corto animado, cortometrajes, mapas interactivos, reportaje, otros- retrata el drama humano de la extracción del cobre en Espinar, Perú.

“La Vida No Vale un Cobre” también pone rostro a mujeres que defienden su vida y la de su comunidad como Melchora, campesina, luchadora social, mujer fuerte y mayor, que casi a los 70 años se encuentra en lucha contra los efectos de la minería, una determinación que asumió al conocer los resultados de un informe del Ministerio de Salud de su país que arrojó la presencia de al menos 13 metales en su propio cuerpo, en el de su madre y su nieto.

Maga, en tu documental visibilizas lo que sucede en Espinar, los efectos de una mega empresa extractivista. ¿Cómo llegaste a ese lugar?

Hiperactiva Comunicaciones es una productora donde hacemos producción audiovisual sobre derechos de las poblaciones indígenas, contaminación en zonas extractivas, consulta previa a pueblos indígenas (…) desde ahí tuve la oportunidad de ir a hacer una investigación sobre la contaminación en Espinar hace como dos años y medio, y estuve ahí rodando una semana. Ahí conocí a Melchora Surco, una defensora ambiental, dirigente de Pacpacco. En ese entonces se hizo público el segundo estudio del Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para la Salud (Censopas), del Ministerio de Salud de Perú, donde se analizó a 180 personas del lugar. Más del 90% de ellos presentó más de 13 metales en el cuerpo. El primer estudio se hizo en el año 2010, donde se analizó a 506 personas, se les sacó muestra de sangre y orina y el 100% sobrepasaron los 10 metales. Es decir, entre 2010 y 2013 dos estudios oficiales determinaron que cerca de 700 personas están expuestas en situación crítica a metales pesados y hasta la fecha no hay respuesta del Estado frente a esta alarmante contaminación.

Y cómo surge la idea de crear un documental en este formato que al menos acá es poco conocido, un documental transmedia.

Convivir solo una semana con estas personas fue muy impactante, porque estás personas saben que tienen metales en sus organismos, saben que el agua está contaminada y sin embargo no tienen otra opción que seguir bebiendo esa agua. Regresando a Lima, pensaba hacer un especial multimedia porque había entrevistado a muchas personas y entonces me quedé con el tema de hacer una plataforma más interactiva porque le daba más voz a la población, la interactividad me iba a permitir poner todas las entrevistas, testimonios y eso es lo que tiene el documental transmedia. Lo periodístico siempre por un tema de espacio, tienes que evaluar que va y que no va y a final de cuentas terminas discriminando testimonios valiosos. Eso yo no quería.

Este proyecto me lo llevé a Cuba, a la Escuela Internacional de Cine y Tv, San Antonio de Los Baños el 2016, y es en la Cátedra de Tv y Nuevos Medios donde nace este proyecto, como un proyecto transmedia. Empecé a desarrollar el concepto del documental, pensar en las piezas, en el guion, en el recorrido transmedia, que tenía como objetivo mantener la línea de no discriminar los testimonios de las poblaciones. Yo trabajo mucho en esas zonas extractivas, y las comunidades siempre cuestionan a los medios de comunicación. -Han venido y no me han sacado- dicen, y siempre es el mismo reclamo. Entonces para mí fue un reto, tenía que dar un paso diferente, el transmedia te permite eso, tienes la libertad de poder crear mapas interactivos con muchísimos testimonios, entrevistas, tener una gama de formatos que permitan al usuario conocer una realidad desde una computadora, un celular o una tablet.

Un formato que permite incluir mucho material…

Claro, El documental tiene cerca de 50 testimonios, son más de 30 piezas en el cual contempla cuatro cortos, una animación, infografías con toda la data a nivel social, los indicadores de pobreza, el tema de acceso al agua, el desagüe, el acceso a educación, entre otros. Entonces creíamos importante que el documental contenga cortometrajes con una mirada más artística, más subjetiva, pero también que contemple cosas más objetivas, por eso una de las tareas fue sistematizar toda esa información oficial que es más dura, en hacerla en cosas animadas y que la gente tenga todo ese abanico de información: datos estadísticos, testimonios, resultados de estudios médicos oficiales, entrevistas a especialistas, todo ese contenido tiene La vida no vale un cobre, desde un cortometraje animado que está dibujado con acuarelas, hasta un recorrido virtual fotográfico. Hay una entrevista a la Defensoría del Pueblo que admite que sí hay negligencia de parte del Estado, hay una entrevista a un médico que habla de todo el impacto de estos metales pesados en las poblaciones. Este documental te permite tener una visión completa de lo que está pasando en Espinar, porque tiene desde estadística, cifras oficiales del Estado, de estudios en cuanto al acceso de servicios básicos que te refleja que hay un Estado ausente en Espinar y lo más importante es que le da voz a las poblaciones que denuncian y claman atención en dos aspectos básicos: acceso al agua y el acceso a la salud. Dos derechos fundamentales.

Esta situación que describes en el documental ha afectado a una comunidad indígena, en este sentido cuál es la postura oficial de Perú, a nivel de gobierno, de protección a las comunidades indígenas, rurales.

Perú es el primer país con una legislación del proceso de la Consulta Previa. Desde hace seis años entró en vigencia está Ley, sin embargo, todos los procesos de consulta previa en temas extractivos están orientados a garantizar el modelo económico, no se está dando información a las poblaciones indígenas sobre el real impacto de los proyectos en sus territorio. Hay una ley que dice que se debe de garantizar derechos a estas poblaciones, pero a nivel tangible no hay avances, porque hay intereses económicos y políticos muy grandes. Por ejemplo en Andoas, Loreto, donde está el Lote 192, territorio de los pueblos indígenas Quechua, Achuar y Kichwa de cuatro cuencas en Loreto, las poblaciones conviven con la explotación petrolera desde hace cuatro décadas, y actualmente tiene más de mil sitios impactados que deben ser remediados. A estas poblaciones se les habló de crecimiento económico, pero 40 años después no tienen acceso a servicios básicos, como agua y  salud, y sus principales fuentes de alimentación están contaminadas.

El Estado aparece para dar permiso a la petrolera, pero no para dar la protección a las personas del lugar, que por lo demás debe salir bastante caro

Las empresas contaminan y se van, como pasó con la petrolera argentina Pluspetrol, que por 15 años operó en Andoas y dejó la zona devastada, sin remediar, sin asumir costos de esos pasivos ambientales. Ahora el Estado tiene que asumirlo, de acuerdo al Fondo Nacional del Ambiente esa remediación le costaría al Estado peruano 55 millones de soles (aproximadamente 16 millones de dólares).

Si hablamos de dramas de contaminación y de casos emblemáticos en Perú serían los de Andoas, Espinar y Cerro de Pasco. Pero el caso de Andoas es mucho más alarmante porque las poblaciones indígenas viven totalmente aisladas. Para llegar allá hay que tomar avión, carretera, embarcación, el viaje dura 24 horas, es muy aislado y la gente consume peces que pescan del río que está contaminado, los suelos están contaminados por residuos sólidos (chatarras que están enterrados), además cuando uno escarba un poco sin necesidad de cavar profundamente se puede encontrar residuos de combustible. Lo que vemos es que después de décadas de explotación de nuestros recursos naturales las empresas se van y dejan un desastre ambiental irreparable. Además de poblaciones contaminadas, nadie contabiliza el nivel de esos impactos.

Si el país tiene la bandera de ser un país minero, debería de contar con políticas públicas en zonas extractivas, en cuanto a impactos a nivel social, cultural, económico, ambiental y de salud pública, Perú no lo tiene.

Y con Glencore, la empresa que contamina Espinar, has tenido contacto.

Hasta el momento no. Nosotros tenemos planteado seguir alimentando la plataforma, empezamos ya a sistematizar la información sobre qué ha significado también a nivel de ingresos económicos por el canon a nivel regional y local, porque la respuesta que dan las empresas extractivas es: “nosotros damos grandes ingresos y no es nuestra responsabilidad dar los servicios básicos a la población, no somos Estado”. Y de alguna manera tienen razón, porque no podemos reclamar acceso al agua y a la salud a una empresa, porque eso es responsabilidad del Estado. Sin embargo, las empresas no pueden seguir eludiendo su responsabilidad en cuanto a la contaminación y al impacto en la salud que genera esta actividad, los empresarios mineros no pueden seguir de espalda a esta  realidad.

Además, si se va la empresa, la contaminación va a quedar ahí, entonces la prioridad es reubicar a la población afectada.

Muchas personas entrevistadas nos hablan de la reubicación, pero esto es un compromiso que se debe de dar por medio de la empresa y el Estado. Porque es la empresa la que va creciendo y va concentrando tierras, es decir los proyectos se van ampliando. Las empresas negocian de una manera directa y pagan precios bajísimos por estas tierras, negocian de manera individual, no colectiva y de manera asimétrica, generando división y disputas en las comunidades. En todas las zonas mineras hay una fragmentación social muy fuerte. Y desde luego, esperamos que la minera Glencore nos dé su versión, qué nos diga por ejemplo por qué no hacen nada por determinar las causas de la contaminación y por qué no hacen nada sabiendo que las poblaciones están contaminadas.

Lo ideal sería comprometer a la empresa a hacerse cargo de la contaminación. Es indignante pensar que en otros países tienen tanto cuidado y aquí en Latinoamérica no se ve mayor preocupación por las poblaciones y su medio ambiente.

Estamos hablando de la empresa canadiense Glencore, una de las más grandes minas de cobre a nivel mundial, las empresas hablan de responsabilidad social, es decir proteger el medio ambiente y su entorno social, en la práctica no lo hacen, la empresa debe asumir compromisos, no solo escudarse en decir que esos temas son de competencia de los gobiernos locales y regionales. Si estás contaminando a las comunidades y poblaciones que son de influencia directa de la mina, cómo no vas a mirar esta problemática, es un tema de derechos humanos.

En Perú, en la última década han surgido mega proyectos mineros en los cuales se está vulnerando derechos fundamentales, es hora de promover un debate serio, que no solamente sea una discusión de poblaciones afectadas, sino que sea un tema de políticas públicas, que se coloque en la agenda nacional este tema, donde participen la empresa minera, el Estado, la sociedad civil y las poblaciones afectadas, que estén todos en la mesa, porque Espinar no es un caso aislado, hay muchas zonas extractivas donde sus poblaciones están enfermas, son personas pobres que están propensas a enfermedades, poblaciones totalmente vulnerables.

Es un trabajo muy importante el que estás haciendo, porque además de grabar y editar también tienes que trabajar para poner en circulación esta realidad ante un público que muchas veces tampoco quiere ver esta realidad que es dolorosa…

El trabajo del documentalista no acaba al concluir un documental, no solo se trata de armar el proyecto, de conseguir el financiamiento, de ir a rodar, de hacer la post producción y de tener la película final, es a partir de ahí que empieza la tarea más difícil, que es la tarea de difusión. Este tipo de documental tiene como objetivo concientizar y abrir espacios de discusión, porque es una realidad que está pasando ahora y que los poderes políticos y económicos no quieren ver y no quieren que se conozca, lo que está pasando en Perú está pasando en muchas zonas extractivas a nivel regional. A cada país que vamos a proyectar escuchamos las mismas denuncias: enfermedad, muerte de animales, contaminación de fuentes de agua, perdidas de tierras, disputas, conflictos, defensores criminalizados, las aristas que ocasiona la actividad extractiva es larguísima; y además hay un patrón de comportamiento de las empresas mineras que se repite en todos lados en complicidad con el Estado.

Yo creo que como documentalistas y periodistas tenemos una responsabilidad de concientizar, de difundir y de denunciar vulneraciones de los derechos humanos, porque estamos hablando de poblaciones que están invisibilizadas. Tenemos el deber moral de darle voz a estas poblaciones, yo lo asumo así, La vida no vale un cobre te deja una reflexión de la realidad social y política de mí país entorno a una actividad que está por encima de los derechos de las personas, y creo que través del cine y el arte es posible generar cambios en la sociedad porque el arte sensibiliza y crea consciencia.

La vida no vale un cobre es una producción de Hiperactiva Comunicaciones, el equipo está conformado por documentalistas de Perú, Venezuela, Uruguay y Brasil, y artistas cubanos, bajo la dirección de la periodista y documentalista peruana Magali Zevallos. Proyecto que tiene sus orígenes en la prestigiosa

Escuela Internacional de Cine y Tv San Antonio de Los Baños, Cuba. El proyecto ha sido posible gracias al auspicio de organismos no gubernamentales como: Broederlijk Denle, Entrepueblos, Gobierno Vasco, CooperAcción y Derechos Humanos sin Frontera (Cusco).

FICHA TÉCNICA

Título: La vida no vale un cobre
Dirección: Maga Zevallos
Producción general: Hiperactiva Comunicaciones
Producción periodística: Gran Angular
Género: documental transmedia
Idioma: Español y quechua

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