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Las deudas del cine boliviano

(La Razón. Erick Ortega*).- La mejor película boliviana es Cuestión de fe, la cinta en la cual la amistad se sube a un camión casi destartalado, una virgen de yeso va atrás con su mirada humana y a la vuelta del camino está el inefable destino. O Mi socio… cómo olvidar a don Vito llorando en la carretera mientras sostiene en sus brazos al Brillo. El cine boliviano tiene, entre otras cosas, cariño. Enamora.

En la trinchera del periodismo hay enamoramientos que no sirven. Trinchera es la palabra metafórica exacta porque nos armamos con información y ahí vamos en busca de un bien común… Bueno, no tanto, pero sí existe la idea de hacer un buen trabajo; o por último, hacer algo que nos permita dormir en paz. Por eso cuesta descubrir y perder la inocencia. Eso es lo que le pasó a quien escribe esta columna de opinión.

La Ley del Cine que fue aprobada al agonizar diciembre tiene luces y sombras, como todo. Sí, pero en este caso es muy marcado aquello que parece error y lo que se pinta como beneficio. La creación de un fondo económico a fondo perdido es un punto muy alto de la norma.

Basta recordar que el filme peruano Wiñaypacha se hizo con dinero estatal y resultó siendo una obra aplaudida en distintos escenarios del mundo. ¡Qué gran película hubiera sido la genial Algo Quema con más ingresos económicos!

Lo que no se puede entender es lo que pasa con las deudas de los cineastas. Décadas atrás, 14 productoras se prestaron dinero para hacer sus trabajos. Este dinero hoy suma algo más de $us 2 millones (una cifra casi increíble tomando en cuenta que se duplicó la cantidad por moras e intereses). Aquel entonces, la anterior norma cinematográfica data de 1991, se preveía un préstamo usurero, al que accedieron los cineastas conscientemente.

Durante años “cargaron” la deuda… hasta que salió la nueva ley. El vicepresidente Álvaro García Linera dijo que se les quitaba el peso económico a los cineastas, pues el Estado se hacía cargo de ocho cintas y el préstamo quedaba en fojas cero. ¿Las cintas en cuestión podrán pagar lo que deben? ¿Cómo se determinó aquello?

¿Los avalúos para definir la moneda de cambio los hizo el Ministerio de Culturas o un entorno de los cineastas? ¿Qué pasa con los filmes, tres, que no se hicieron, pero cuyos productores recibieron dinero estatal?

Los cineastas dicen que el cine se paga con cine, y aunque sea una cacofonía, evidentemente es una alternativa. Pero hay que ver más opciones para cumplir las deudas. De lo contrario quedará un precedente para otros oficios que no puedan pagar sus préstamos. Que esto no perjudique al buen cine nacional. Aquel que enamora incluso a los que andamos tras trincheras.

*Es periodista de La Razón.

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