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Rememorando El Alto en sus familias

Jackeline Rojas Heredia / Ahora el Pueblo

(APC Bolivia). Varios son los caminos que nos conducen a la ciudad de El Alto, ya sea que se elija minibús, taxitrufi o teleférico, uno llega cómodamente, además de tener ante sí la belleza de los nevados, y mientras se sube queda atrás la hoyada, un conjunto de edificios antiguos y nuevos que integran la ciudad de La Paz. A los costados cientos de construcciones pequeñas, altas, anchas, delgadas, semejantes a los mil orificios de un hormiguero. Es una vista conocida y repasada a diario, pero no por eso pierde su enigma, su curioso encanto.

En la ciudad de altura, los días 21 y 22 de abril, se realizó la 2da versión de la Feria Cultural del Libro organizada por la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB). La actividad contó con la participación de 57 asociaciones, editoriales, fundaciones, autores, repositorios y centros culturales dependientes de la FCBCB. Datos que hacen de marco a un suceso que tuvo particularidades dignas de narrarse.

Se presentó, por ejemplo, un grupo de promotoras comunitarias que se dedican a orientar a otras hermanas a fin de frenar los casos de violencia y brindar protección, asesoría legal a las sobrevivientes; el lenguaje empleado fue el arte, la representación de historias con las que muchas se identifican. Pero la identificación también pudo ser provocada en un intercambio de miradas, de palabras, de escenificaciones que rememoran hechos históricos como la obra de teatro del elenco Tabla roja, participantes que montaron la pieza: Los hermanos Vargas. Más allá de libros, proyectos culturales alteños, también ocurrió la identificación con las fotografías.

El registro de imágenes, unas tomadas vía celular y otras con una cámara especial, las fotos corresponden a jóvenes inclinados al arte de registrar un trozo de realidad para inmortalizarlo, personas que invirtieron su tiempo, durante dos días de lluvia e intenso frío, para ser guiados por la experimentada fotógrafa, Wara Vargas, en el taller de Fotografía Artística, organizado por el Museo Nacional de Arte (MNA), dependiente de la FCBCB, en el marco del programa: El MNA en El Alto, que se desarrolló en los ambientes del teatro de Cámara, junto al Raúl Salmón de La Barra, y en coordinación con la Secretaría de Cultura y Deporte del municipio alteño.

Para esa actividad muchos fueron los inscritos, pocos los valientes que lograron completar el taller, pero fueron más las historias que despertaron a consecuencia de ese encuentro de imágenes, ideas, sueños, recuerdos y proyectos capturados por un diminuto lente. Parte de esas historias, ya impresas, se logró montar en el stand del MNA en la Segunda Feria Cultural del Libro y entonces ocurrió la alquimia.

¡Es el abuelo, Papá mira!, ¡Es mi abuelo!, se escuchó la aguda exclamación de un niño que condujo a su padre hasta la muestra fotográfica. En efecto, el hijo y el nieto, de los esposos Condori, se hicieron presentes en el stand del MNA, minutos después llegaron, Sabino y Benita Condori, ya con el paso cansado y se detuvieron a observar su imagen colgada en la pared artificial del stand.

Los presentes observamos, con asombro, ese mirarse de los esposos, ese reconocerse como si mirarán a través de una ventana y ese recordarse juntos, las manos tomadas, la alianza, una vida de sacrificios, de idas y venidas entre la hoyada de La Paz y la altura de El Alto, esos traslados a pie, agotadores en un tiempo en el que no existía autopista, menos teleférico.

Dos imágenes, décadas de vida por detrás. “Mis padres están felices porque nos han visto crecer, porque ven a sus nietos y porque son testigos del crecimiento de esta ciudad, la vieron nacer”, contó Rubén Condori, uno de los ocho hijos de la pareja. Pero la artista que capturó esas imágenes, la que hizo, de esa historia, su proyecto de registro, fue la esposa de Rubén Condori, la nuera de los abuelos, Marlen Incapoma.

“Ellos cumplieron 57 años de casados y siempre recuerdan cómo era antes El Alto, se acuerdan que en la zona 16 de Julio había pocas casas de adobe y una laguna en la Plaza Libertad, lo que hoy es el teleférico Azul. Recuerdan que todo era una pampa llena de paja brava…” dijo Incapoma. Por su parte el esposo narró la vida de su padre, quién se jubiló como “prensista” de un medio de prensa; recordó a su madre y los tejidos que ella hacía para aportar a la familia.

Los abuelos observaron las imágenes, hablaron poco, se veían cansados pero juntos, a su alrededor los nietos jugaban, ellos sonríen a través de sus miradas y luego continuaron su recorrido por la feria. En el stand la magia perduró, muchos visitantes se acercaron para recorrer las fotos con la mirada; a comentar otras imágenes, a comparar con sus propias historias, en los paneles las fotos, unas a color, otras en blanco y negro, algunas parecían tan desgastadas por el tiempo, pero en realidad se trató de la foto de la foto sobre un marco de aguayo colorido.

Fue la presentación del álbum familiar, el de los primeros habitantes de la ciudad más joven de Bolivia, la que tiene raíces fuertes y parece habituada a vivir entre nubes, a veces con un sol quemante, sobre todo en la nuca, mientras la brisa helada se pasea por los huesos y acelera el corazón.

Los fotógrafos participantes de esa primera y breve muestra en la Feria, fueron: Ana Huiza, Danna Guzmán, Daneyva Laura, Denis Yujra, Gabriela Mamani, Joel Pachecho, Karen Choque, Luis Cuchuta, Marlen Incapoma, Noemí Gonzales y Santos Winston. Algunos enviaron pequeños textos en los que narraron quienes son los protagonistas de sus fotografías, todos con un denominador común, los migrantes que hicieron de El Alto su tierra prometida.

Ana Gabriela Huiza, se encuentra en el grupo de participantes cuyas fotos fueron expuestas; más atrás, durante la segunda jornada del taller de fotografía, Huiza presentó la imagen de su abuelita que está de perfil y cubre su rostro, en clara alusión de que no quería ser fotografiada. La participante narró que esa foto la tomó luego de preguntar a su familiar si fue bailarina cuando era joven.

La ancianita le dijo entonces: “Janiwa, janiwa…”, la pregunta surgió porque Huiza había encontrado entre las fotografías familiares antiguas una en la que sus abuelos, están vestidos de bailarines, la abuela de kullawada y el abuelo de moreno. Entonces la joven, entre broma y broma, la invitó a bailar y la señora Isadora Calle de 82 años se resistió a hacerle caso. “Ella vive en la ciudad de El Alto, es migrante como muchos, pocos recuerdos conserva en su memoria, pero guarda las fotografías de viajes, amigos, bailes, su vida antes de la muerte de mi abuelo, su compañero”, narró Huiza.

La participante del taller comentó que se siente muy contenta de haber integrado el grupo de jóvenes alteños aficionados por la fotografía y compartió su esperanza de que actividades similares se realicen de manera más periódica en la ciudad, “Es lindo que nos incluyan y que piensen en compartir talleres con nosotros”, dijo.

Daneyva Claribel Laura Rojas, fue otra de las participantes, ella enfocó su proyecto fotográfico al oficio de doña Lucía Mamani, una tejedora y artesana alteña, que disfruta de su labor y que va creando imágenes y combinando colores y formas únicas, lleva más de 20 años en esa labor compartida con amigas y vecinas y, de acuerdo al testimonio de la fotógrafa, jamás dejará de tejer aunque le duelan las manos porque es lo que ama hacer.

Otro de los participantes, cuyas fotos se presentaron en el stand de la feria, fue Luis Franco Cuchuta Flores, el eligió como protagonista de sus registros, al profesor Dionicio Flores Condori, docente de primaria en la ciudad de El Alto y en La Paz; sobre el maestro, Cuchuta destacó frases que lo conmovieron mucho, como las siguientes: “Educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él, alguien que no existía. Y otra: “El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido”.

En otras imágenes se pudo notar a una madre junto a su hija, son las fotografías de Karen Choque, ella narró que en la primera foto se encuentran calas (flores) envueltas en aguayo, corresponden a un viaje que realizó junto a su madre a Coconi, provincia Muñecas, del departamento paceño; “mientras recogíamos y reuníamos las flores aproveche para tomar fotos a mi mamá” narró.

Una segunda imagen, refiere a los padres de la joven cuando éstos a su vez eran jóvenes, “ Verlos  es recordarlos en su juventud, el reflejo de sus proyectos, sus esperanzas, después de su niñez y parte de la adolescencia en sus comunidades, su decisión de radicar en El Alto, lugar donde se conocieron, se instalaron y formaron un hogar”, compartió.

En otra imagen se ve a la intérprete de guitarra electrónica vestida con una pollera plisada típica de las zonas occidentales del país, la autora de la fotografía es Noemí Daniela Gonzales Cabrera.

Más de esas historias serán narradas y entrelazadas a la historia de las familias de El Alto. La mini exposición finalizó con la puesta del sol y el desmontaje de las carpas, luego el retorno en teleférico sintiendo las voces de los achachilas, el Illimani, el Illampu y el Huayna más imponentes con los reflejos del sol sobre sus nieves.

Ahora, muchas otras imágenes de los participantes son preparadas por la fotógrafa a cargo del taller, Wara Vargas, quien coordina con los participantes y realiza un trabajo curatorial en equipo, la exposición completa se realizará el próximo 9 de mayo en la sala Estudio 1, junto al Taypi Qatu de la Villa de París, a cargo del Museo Nacional de Arte (MNA) en la ciudad de La Paz. La muestra busca condensar el surgimiento de la ciudad, su fuerza y su rebelde pujanza.

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