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Iván Arias, entre la soberbia y el histrionismo

El ministro de Obras Públicas, Iván Arias, no deja pasar la oportunidad de humillar a la población, descalificar los procedimientos de protección y al sistema de salud a través de su histrionismo que pone al desnudo, una vez más, el desastroso manejo del gobierno en la crisis de la pandemia del coronavirus en nuestro país.

Arias mezcla ciencia con política, demagogia con certeza, cantinflear con seriedad y no es más que la muestra de un manejo escandaloso que realiza la presidenta Jeanine Áñez y su gabinete que devino en el colapso de los hospitales, muerte de enfermos en las calles, falta de equipos médicos y una inoperancia extrema.

Arias, el pasado día, humilló a médicos y enfermeras de Apolo, La Paz. Se sentó, actuó como enfermo y convaleciente y les dijo: “ahora llévenme”. Se hizo medir la presión y cuestionó la lentitud en el servicio, “Aquí ya se hubieran contagiado un médico y dos enfermeras. No tienen práctica”, les espetó con brusquedad.

Acto seguido continuó actuando como un enfermo con coronavirus, tosió, estornudó y simuló estar muriendo, completando una ofensiva actuación, cuyas repercusiones no se dejaron esperar en las redes sociales.

En este rosario de escándalos, Arias se regodeó con la muerte del alcalde del municipio de Entre Ríos, Cochabamba, Aurelio Rojas: “Ciudadanos, el coronavirus existe. Sino pregúntenle al alcalde de Entre Ríos; el principal abanderado en decir que no había (el virus), y hoy está en la otra vida”. Sin ningún respeto con el difunto y su familia pues dicha afirmación es falsa y fue aclaro y aún así lo sigue utilizando.

Hizo lo mismo con los pobladores de Laja que velaban a su difunto:​​ ¡Qué es esto señores! Hay cuarentena, saben lo que va ocurrir”, les grito de forma iracunda y con ese paternalismo propio de la época colonial y de los ‘señores’ que creen que los campesinos son inferiores y nacieron para ser pongos.

Poco después se acercó a una tienda abierta y sin ningún respeto golpeó con fuerza la rejilla y profirió palabra iracundas: “Señor por qué no cierra su negocio”. “Está cerrado señor”, respondió el propietario. “Estoy ciego yo, por qué no respeta, tiene familia, tiene hijos pequeños. ¿Sabe qué? Cuando se muera su hijo usted no lo va a poder ir a visitar”, le advirtió Arias.

Tiempo atrás pasó lo mismo con los pobladores del municipio de Eucaliptus, Oruro, a quienes insultó y amagó con abandonar una reunión que analizaba la pandemia del coronavirus.

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