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Que nadie se equivoque (esta vez)
(Ricardo Bajo). La ultraderecha divide; siembra caos y miedo porque vive/goza de ambos. No cree en la democracia, tiene nostalgia de las (verdaderas) dictaduras. El fascismo y su estrategia golpista está “in crescendo” con la ayuda de las cloacas mediáticas y sus relaciones carnales con los poderes del Estado profundo. Acá y allá. Ante esta arremetida global/brutal no cabe la equidistancia. La ultraderecha ha vuelto con/por todo, como en el periodo de entreguerras del siglo pasado. Y lo hace aquí y allí.
Ejemplo número uno: hacía cien años que el Congreso de los Estados Unidos no sufría una situación tan loca. El poder legislativo del todavía país más poderoso/abusivo del mundo estuvo paralizado por cinco días. Una parte de los diputados más derechistas del partido más derechista (el republicano), seguidores de Trump, decidió boicotear la elección del presidente del Congreso, el derechista Kevin McCarthy. Tuvieron que votar quince veces para que saliera “humo blanco”. Los ultras se rebelaron incluso contra los consejos de Trump para apoyar al candidato oficial de su propio partido. La ultraderecha es así: divide naciones y pueblos, separa incluso a sus propios simpatizantes.
La extrema derecha no cree en la democracia sino en la plutocracia; dícese de la forma de gobierno en la cual el poder está en manos de los más ricos (Camacho pensó tras el golpe en una “junta de notables”). Por eso, las instituciones democráticamente elegidas les estorban; por eso las obstaculizan con indecencia; las envenenan. Por cierto, en los tres asaltos (Palacio Quemado, Capitolio, Brasilia) estuvo el mismo libro, la Biblia.
Ejemplo número dos: la ultraderecha agrupada en Creemos juega también a sembrar caos y miedo. Ese es su (único) programa electoral. La excusa hoy se apellida Camacho; ayer fue el Censo; mañana será al padrón electoral. El resultado es/será el mismo: violencia racista, quema de instituciones públicas, ataque a las economías de los sectores populares, resguardo de las grandes empresas privadas… Es decir, plutocracia.
Su apuesta es la eliminación del contrario. En sus marchas aparecen de nuevo carteles pidiendo cancelar la personaría jurídica del MAS. Me hacen recuerdo a aquella ministra de Justicia de Israel que pidió matar a todas las madres palestinas o aquel otro sionista que exigió la “solución cero” (o sea, un bomba atómica sobre Gaza) para resolver el ”problema” palestino.
¿Cuánto tiempo pasará para que los “camachistas” (como los trumpistas) se dividan? ¿Cuántas semanas esperaremos para escuchar acusaciones de traición por parte de los ultras más fanáticos del “camachismo”? ¿Cuánta leña echarán los medios mentirosos de la oligarquía cruceña (dos canales y un periódico) para mantener encendida la hoguera del odio? ¿Por qué se prestan los ministros a ser “interrogados” en esos canales? Nota mental: “Los poderes mediáticos son el poder golpista por excelencia” (Pablo Iglesias dixit).
¿Se puede protestar pacíficamente desde el privilegio/churrasco por las tardes y atacar con violencia por las noches? ¿Cuándo pedirán los camachistas otra vez -como los bolsonaristas- la intervención militar? Las logias fascistas (la convocatoria del Comité Cívico cruceño a la masonería no es gratuita) están con la brújula extraviada y eso es lo más peligroso.
Ejemplo número tres: el asalto a las tres instituciones/poderes democráticos de Brasil este domingo es un libreto armado, una apuesta redoblada. Bolsonaro, Trump, Camacho son sinónimos de muerte, destrucción y hambre. No es neofascismo, es el fascismo de toda la vida.
Su táctica es la violencia. Su estrategia (es más profunda): arrastrar a la derecha liberal hacia sus postulados, radicalizar la opinión pública, infiltrar la democracia para destruirla y a través de medios y redes sociales legitimar/blanquear sus discursos racistas/supremacistas, clasistas, machistas, xenófobos. ¿Cuándo firmarán las derechas democráticas el pacto de la no violencia?
Su táctica es el parasitismo ideológico: apropiarse de lemas/canciones progresistas y hablar sin vergüenza de “libertad”, “democracia”, “dictadura” y “derechos humanos”. Su estrategia es más simple: colocar a las mujeres/ecologistas en primera línea para recabar las simpatías femeninas/ecologistas y seguir robando banderas.
En EE UU, Bolivia y Brasil, la reacción ultraconservadora cree que el poder les pertenece, por designio divino/sangre azul. Las urnas son anécdotas. Si pierden, cantan fraude. Si ganan, no hablan del árbitro ni a bala. Son malos perdedores. Nos maman con la “polarización”. El distanciamiento, como el periodismo “independiente”, no cabe en esta disyuntiva entre fascismo/barbarie o democracia (firme). Prohibido dudar, ante el fascismo; antifascismo. Que nadie se equivoque, esta vez.
FUENTE: https://www.facebook.com/rbajo