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Perú: La crema y nata del racismo

 

(CHIRAPAQ).- A menudo, con respecto al holocausto, muchos historiadores se han preguntado cómo en uno de los países más instruidos y con un refinamiento cultural modélico como el alemán pudo la población abrazar una ideología plasmada en política de Estado de exterminio de seres humanos a escala industrial.

Estos razonamientos parten de una falsa equivalencia: a más educación mayor calidad de ser humano. Sin embargo, la historia de la humanidad ha demostrado todo lo contrario.

La educación potencia lo que la sociedad y la familia ha construido en los individuos: sus nociones con respecto a quiénes son sus iguales. Si este individuo se ha “configurado” a partir de las nociones de superioridad y jerarquía, ya sea por el color de la piel o los privilegios derivados del poder económico (que en realidad uno y lo otro va unido) toda la información que reciba desde la educación, contribuirá a reforzar estos imaginarios sociales.

En el marco de estas concepciones del mundo, o ideología, aunque no estén conscientes de ello, es que se opera sus relaciones de cercanía y distancia entre la “gente como uno” creándose una realidad alterna en donde se refuerzan mutuamente sus concepciones y que trasciende, por ser un grupo de control del poder o con medios económicos, en la política y la organización de la sociedad, entrando en conflicto cuando desde la parte contraria, se trasciende y amenaza su hegemonía.

El reciente reporte del portal Sudaca, con respecto a un chat entre miembros de este grupo privilegiado, es solo una muestra de ello y nos permite asomarnos a “su mundo” ¿cómo se operarán estos discursos? ¿Cómo serán los mecanismos internos que refuerzan y alimentan “su” visión de la diversidad étnico y cultural? No contamos con estudios antropológicos que den cuenta al detalle de estos procesos internos, pero de cuando en cuando trasciende y se hace evidente (como las actuales movilizaciones de “Con mi Voto no te metas”) como reaccionan cuando su situación hegemónica es amenazada o se sienten amenazados. La parte dialogante de este bloque, en el poder político, es la que ha venido gestionando en todo o en parte, la configuración de nuestro Estado y gobiernos de manera periódica.

Las ideas de exterminio de la población indígena son recurrentes entre las élites. A mediados de los años 20 del siglo pasado, se presentaron y discutieron iniciativas parlamentarias para esterilizar a los varones y mujeres indígenas y someter a reducciones a la niñez indígena. En las décadas sucesivas la explotación de la mano de obra indígena en el sistema de haciendas era una dimensión de estas políticas de exterminio que corría en paralelo con la promoción de la inmigración europea para repoblar con sangre nueva que revitalice e insufle el desarrollo en nuestro país, cerrándose este ciclo con la transformación de los pueblos indígenas en la categoría de campesinos y años después el conflicto armado interno, cobró la figura de una guerra contra los indígenas de parte del Estado y los grupos terroristas, cada quien categorizándolos según sus conveniencias pero en el fondo el mismo discurso racista: los pueblos indígenas no eran ciudadanos/personas y por tanto no eran sujetos de derechos. Es en este marco ideológico, que se operaron las esterilizaciones forzadas a miles de mujeres indígenas.

No es nuevo, ni se encuentra a la vista el fin de estos planteamientos sino se erradica el racismo. La construcción de un “nosotros y nosotras” es el gran reto que afrontamos como sociedad. El gran peligro es asumir los discursos racistas como visiones retrógradas, en el sentido de ser rezagos de tiempos pasados ya superados por las nociones de derechos e igualdad. El racismo se reproduce, transforma y mantiene actualidad en la medida que se establecen relaciones de jerarquía y de poder en nuestra sociedad basadas en la categorización de las personas por su pertenencia étnica, territorial y cultural.

La educación como instrumento de la libertad y construcción de una ciudadanía inclusiva no contribuirá en este propósito mientras se mantengan los mundos paralelos regidos por la capacidad adquisitiva y el acceso y control de oportunidades. Las sociedades que están intentando superar esta problemática han comenzado por establecer los mismos criterios de calidad educativa para toda su ciudadanía.

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