Fotoreportaje: La valentía de las mujeres de Quetena Grande representada en doña Antonia Estelo Esquivel

(APCBolivia).- Corren los vientos levantando polvareda por la carretera de tierra que, saliendo de la comunidad de Quetena Grande, llega hasta la estancia llamada Sol Naciente, donde vive doña Antonia Estelo Esquivel, una de las varias mujeres que se dedican a la crianza del ganado camélido en esta región de la provincia Sud Lípez ubicada en el extremo suroeste del país, sitio fronterizo tripartito entre Bolivia, Chile y Argentina.





Nacida en este lugar hace más de 60 años, doña Antonia transcurrió toda su vida dedicada a la ganadería camélida y como ella misma menciona “a hacer patria resguardando la frontera del país”, a pesar del olvido de propios y extraños, ya que actualmente se encuentra sola en su estancia al mando de su tropa de más de 200 llamas y más de 100 ovejas, únicamente con la compañía de sus cuatro cachorros pastores y su gato experto cazador de vizcachas.



“Yo vivo aquí, soy ganadera, vivo de mi ganado desde hace muchos años. Me levanto a las 5 de la mañana, preparo mi almuerzo y mi desayuno, hago el aseo de mi casa y a las 8 de la mañana ya estoy saliendo con mi ganado al bofedal a pastear. Mi estancia está a una hora de caminata, solo de ida, la vuelta es otra hora. Con el ganado paso todo el día, hay que cuidar a las llanas y ovejas para que no se vayan a otro lado, mientras cuido hago mis tejidos, la artesanía, haciendo el hilo, escarmenando la lana y tejiendo, ese es mi trabajo”, cuenta en medio de un fuerte ventarrón que le acompaña mientras guía a sus llamas y ovejas rumbo a los bofedales para alimentarlos.


Sigue su caminata por arenales, quebradas y vertientes sinuosas como todos los días, conduciendo su ganado con silbidos y gritos que las llamas y ovejas obedecen con gran disciplina: “Aquí la vida de las mujeres a veces es triste, nos encontramos solas, a veces las llamas se caen en el pantano y no podemos sacarlas, se mueren, muchas veces las dejamos que se muera, no tenemos fuerzas, ya no hay fuerzas, qué vamos a hacer. A veces vienen mis hijos a ayudarme, a veces viene mi hermana, pero están una semana o 15 días, pero la mayoría del tiempo estoy sola. Mis hijos están en Uyuni, ya tienen sus hijos mayores que están en el colegio y por eso se quedan en Uyuni”, comenta mientras continua: «nuestra prioridad es el ganado, de ahí nos alimentamos, de ahí nos vestimos, todo, todo sale de ahí”.




Su gran preocupación es que las autoridades puedan escuchar sus pedidos, aunque no oculta su resignación por tantos años de olvido, sin embargo, no pierde la esperanza es el único camino que le queda: “Nosotros quisiéramos que el gobierno se acuerde nosotros, nosotros somos guardianes de la frontera, vivimos aquí en el tripartito, en estos fríos, vientos, nevadas, lluvias, calores, nadie se acuerda de nosotros por lo menos con algo para sustentar nuestra vida o para nuestra vestimenta, para nuestro ganado por lo menos. En estos tiempos es muy frio, grave se sufre con el ganado, a veces cae la nieve y lo tapa todo, no hay nada para que coma el ganado, sufre nuestro ganado y nosotros también sufrimos igual, eso quisiera decirle que por favor el gobierno se acordara de nosotros, que nos dé una manito, somos guardianes de la frontera, vivimos aquí a nuestra suerte, aquí nada produce, absolutamente nada, solamente con nuestro ganado vivimos”, comenta sin dejar de atender el recorrido que siguen sus llamitas y ovejas.



Además de la actividad camélida, doña Antonia cuenta que últimamente ha ingresado a la zona la actividad turística a la que se dedican sobre todo la gente joven de la región: “Aquí en esta región hay lugares turísticos, hay atractivos, aquí está el volcán de Licancabur, el de Savaliri, hay aguas termales, tenemos la laguna Verde, laguna Blanca, el desierto Dalí, hay muchos lugares atractivos, pueden venir a visitarnos a conocer y a experimentar en vivo, para que vean que no estoy mintiendo”, comenta con la sonrisa que las adversidades no le han hecho perder.
“Aquí nos falta la carretera que no es tan buena, está en mal estado, otra cosa que no tenemos es una buena señal para los celulares, en algunos lugares da y en la mayoría no da, eso quisiera que nos ayude el gobierno, que mejore para que todos podamos comunicarnos. Los medios de comunicación llegaban con el Tupak Katari, pero últimamente con estos vientos ya no da, la antena se mueve y se queda sin señal, no da. Tampoco tenemos electricidad de la red grande, no hay luz, solo tenemos de los panelitos solares».



«Rogaría al gobierno que nos atienda, necesitamos señal, por ahí en el campo podemos quedar perdidos en la nevada, en el frio podemos perdernos, y para comunicarnos necesitamos”, reitera con la esperanza de que su pedido llegue hasta las autoridades correspondientes.
“Para los bofedales necesitamos riego, herramientas para trabajar las acequias y desparramar el agua y que se componga el bofedal, para que reverdezca y crezca más, eso necesitamos, ese sería mi pedido y muchas gracias por venirme a visitar, espero que no se olviden de nosotros y vuelvan a hacer su recorrido por estos lugares, han visto que están desiertos, son unos lugares desiertos donde nos puede comer el puma (riendo). Yo les diría a todos que así es la vida del campesino, aquí vivimos así, aislados, no hay mucha vida, nadie se acuerda de nosotros, así vivimos, así será nuestra suerte, qué vamos hacer, pero igual les mando un saludo a todos a nivel nacional de Bolivia, así es aquí en mi región todo lo que les estoy contando». «¡Muchas gracias!».



Doña Antonia toma su onda, reacomoda su ropa de abrigo, su infaltable bolsita de hojas de coca, llama a sus cachorros ayudantes y retoma su rumbo tras la tropa de su ganado de llamas y ovejas, para seguir transitando por la vida, seguir resguardando la soberanía nacional y sobreviviendo en los confines patrios donde todavía tiene la esperanza de ser atendida y que las condiciones de vida mejoren para todos quienes habitan en esta tierras. Así como doña Antonia, muchos hombre, mujeres, jóvenes y niños transcurren una vida de sacrificio en este girón patrio llamado Quetena, como ellos y ellas mismas dicen: “Quetena: tierra de valientes, cementerio de cobardes”.


