El maestro Eduardo “Chichizo” López y su retorno a la Madre Tierra
(APC Bolivia. La Paz).- Con los sentimientos encontrados, de esas partidas que duelen y tocan las fibras más sensibles del alma, nos enteramos por los medios de comunicación y redes sociales de la partida del maestro por naturaleza Eduardo López Zavala, una figura esencial del cine y video boliviano desde los años 80 y mejor persona, hermano, amigo, colega, compañero de la vida.
Junto a las y los comunicadores del cine y video indígena boliviano lo recordamos durante los años 80 cuando, junto a los legendarios “Saphi Aru”, de Pedro (que también ya partió), Patricio y Daniel, emprendieron la aventura de crear “Destinos de Tierra”, y en el año 1992 “Martín de las Crujías” (https://www.youtube.com/watch?v=OJ6f3HwH6-c), obras que en su tiempo marcaron el devenir del cine y audiovisual boliviano, posteriormente convertidas en clásicos insoslayables del cine indígena, y lo más importante, que estos procesos se constituyeron en esa época en la siembra de las semillas de los primeros cineastas aymaras que posteriormente destacaron con luces propias.
En una entrevista de “Opinión” del año 2011, Eduardo manifiesta sobre esta experiencia: “Creo que hay una búsqueda de temas que tienen que ver con identidad y poder en todo lo que he hecho (…) Mi relación con los personajes individuales o colectivos es una construcción que está buscando los procesos de configuración y de depuración identitaria. Para mí, las identidades son poderes, como las culturas son poderes. Las identidades son manifestaciones reales mediante los cuales las colectividades y los individuos se construyen”.
Durante los años 90, y particularmente en 1996, en oportunidad del VI Festival Latinoamericano de Cine y Video de los Pueblos Indígenas, realizado en Cochabamba y Santa Cruz – Bolivia, pudimos contar con el aporte de Eduardo, tanto con sus exposiciones en los eventos del festival, como con otra de sus magistrales creaciones denominada “El Camino de las Almas” (filmado en 1988), cuya difusión junto a otras obras del festival pudieron recorrer comunidades quechuas, yamparas, guaraníes, movimas, mojeñas, tejiendo la interculturalidad naciente entre pueblos indígenas originarios y cultivando la semilla del cine y audiovisual indígena boliviano, imparable hasta nuestros días.
En esas épocas, cuando Eduardo junto a Néstor Agramont y otros notables realizadores bolivianos eran gestores fundacionales del Movimiento del Nuevo Cine y Video Boliviano MNCVB, Eduardo en un artículo de Maria Aimaretti, refería: “Mi vida estaba vinculada en los ’80 a la antropología de la imagen más de lo que yo mismo creía. Es un tiempo de búsqueda de ritualidad, de búsqueda de identidades étnicas, de lenguajes simbólicos que estaban emergentes o socavados, pero que tenían una fuerza extraordinaria (…), posteriormente, en 1990 reafirmaba: “El video se constituye en parte del proceso de investigación o estallido de los procesos sociales, culturales o étnicos (…) Es un encuentro que constituye un desafío a la creatividad, de la vinculación y real participación de estos sujetos sociales en un proceso de realizadores, actores sociales y protagonistas”.
En los años dos mil, cuando Eduardo ejercía su segundo ciclo al frente de CONACINE, Consejo Nacional del Cine, es indudable su compromiso y respaldo al naciente proceso del audiovisual indígena originario campesino que se venía encaramando con la fortaleza del CAIB y CEFREC y que auguraba los cambios que posteriormente se consolidarían, no solo en el ámbito audiovisual cinematográfico, sino en el propio país estado. Al respecto y sobre la institucionalidad del cine y audiovisual boliviano Eduardo manifestaba a “Opinión”: “Hay una crisis institucional extendida, una crisis del sector, que la podemos abordar desde muy distintos puntos de vista. Hay nuevas generaciones de realizadores de la imagen, no una, sino dos. Y nos toca a tres generaciones, pero, sobre todo, a las dos últimas, poner las cosas en su lugar. Se tienen que resolver los temas sensibles y críticos, los temas de estancamiento; se tienen que dinamizar los mecanismos para tener una mucho más amplia y democrática participación de la sociedad civil en la construcción de políticas públicas en torno al audiovisual”, decía un visionario Eduardo.
En 2010, Eduardo volvió a las andanzas y aventuras audiovisuales cuando estrenó su largometraje documental “Inal Mama: sagrada y profana” (https://www.youtube.com/watch?v=_a80vZmUCA8), sin saber que sería su último legado audiovisual, presentado posteriormente en el festival cochabambino “A cielo abierto”, donde hizo conocer sus criterios sobre esta producción mediante una entrevista realizada por Santiago Espinoza, quien consideró que este documental tiene la enorme cualidad de que no se adscribe al discurso excesivamente milenarista ni al discurso descaradamente criminalizante del tema, a lo que Eduardo respondió: “El cine se convierte ciertamente en un mecanismo poderosísimo para neutralizar las miradas, los acercamientos y la acción crítica que deberían tener las sociedades sobre temas tan complejos. Lo mismo hacen con la guerra o con la prostitución, entonces la industria del entretenimiento tiene mucho que ver en la neutralización, en la pacificación de la posibilidad de abordajes críticos que debemos tener frente a temas que nos colocan frente a una enorme desventaja”.
Sin duda un excepcional recorrido y trayectoria que ha tenido nuestro apreciado “Chichizo” que se adelantó en el camino y estamos seguros que la Madre Tierra Pachamama le recibirá y acogerá, desde donde seguirá, además, alumbrando el camino para quienes seguimos su ejemplo, como el maestro que fue para todas y todos nosotros. Desde el Sistema Plurinacional de Comunicación Indígena Originario Campesino Intercultural reconocemos su trabajo y el mejor homenaje que podemos brindarle es seguir forjando y consolidando ese camino de sueños abierto por los grandes del cine y audiovisual boliviano que también se adelantaron en el camino, grandes hermanos como Pancho Cajías, Mauge Muñóz, Cecilia Quiroga, Guillermo Aguirre, Pedro Gutiérrez, Rafael Flores, entre otros.
En el inicio de lo que ahora constituye la ultima entrevista realizada a Eduardo López, publicada en el periódico Opinión de Cochabamba, a propósito de lo que pensaba él sobre el homenaje que se le hizo en 2011 por el festival “A cielo abierto”, Eduardo comentaba: “Lo que piensas cuando te hacen un homenaje, es que se te está acabando el tiempo (risas)”, y es que Eduardo era así, realista, certero pero al mismo tiempo optimista y lleno de energía, energía que se sentía en el abrazo y el apretón de manos que siempre estaba dispuesto a brindarte. ¡Vuela alto maestro!
Fotografías: Redes sociales y FB de Roberto Alem (Gracias).