Del Orden Necesario al Autoritarismo Deleznable
La armonía es un principio respaldado en justicia, libertad e inclusión social. Sin justicia, nadie encuentra un orden estable
Jorge Richter (politólogo )
Encorsetado en su traje claro el hombre se dispuso a lanzar su advertencia de muerte bajo la figura periodística de una conferencia de prensa. Se sentó, y con él todos sus adjuntos, quienes en realidad eran sus cómplices. Habló de inicio con un tono suave y tropezó con algunas palabras hasta que lanzó fuego con su frase más recordada: “Quiero dejar bien establecido de que el mayor deseo del que habla, al haber presentado este proyecto de decreto ley al presidente de la república (quien ya lo tiene en su escritorio para la firma) es que todos los elementos que han sido aprehendidos, los pseudosindicalistas, traficantes de la política, activistas tienen que dejar el país, los vamos a sacar del país, los vamos a mandar al exilio. A partir de ese momento, todos aquellos elementos que contravengan al decreto ley tienen que andar con su testamento bajo el brazo, porque vamos a ser taxativos. No va haber perdón”. Luis Arce Gómez, dueño exclusivo de la infortunada amenaza, buscaba así sujetar a los bolivianos al orden que el “gobierno de reconstrucción nacional” había establecido en desprecio de la justicia y la democracia.
Avanzada nuestra democracia, en tiempos en los cuales el momento neoliberal empezaba a evidenciar agotamiento y el cumplimiento de su ciclo, la emergencia de sectores populares que iniciaban su acción política hacia el poder fue entendida por aquellos gobiernos como una ruptura e interpelación no tolerable del orden democrático, y decidieron que era necesario controlarlos con la ley en la mano. Esto inauguró el ciclo de judicialización de la política y la instauración del orden del miedo. Los principios de justicia y libertad fueron reducidos a criterios exclusivamente legales.
La presencia de la pandemia del coronavirus Covid-19 ha generado en el país una crisis sanitaria y de salud no visualizada, la cual se suma a la irresuelta crisis política originada en noviembre pasado; no la acalla ni la traslada a un plano menor. Ambas se entrecruzan de forma negativa y afectan el orden pensado por quienes avanzan con su proyecto político de poder. Ciertamente la crisis sanitaria exige un orden social apremiante y requiere un acatamiento necesario que valore el distanciamiento físico de las personas. El hecho trascendente para el Estado, la política y los bolivianos radica en que puede ser un orden de miedo, o bien, un orden de consciencia y reflexión.
Bajo la apariencia de indisciplina y acción política interesada, en las últimas horas la sociedad boliviana ha revivido las conferencias de prensa utilizadas como advertencias represivas y de cuidado, como si las formas democráticas hubiesen sido derogadas: “Que quede claro, tengo una orden expresa de salvar vidas, no de jugar con nadie. El que venga a jugar conmigo, gobernador, alcalde, lo voy a meter preso. No estoy jugando, la Presidenta me ha dado orden de meter preso hasta al ministro que no trabaje (…). Este no es un tema de ‘por favor’, este es un tema de ‘se acata, se obedece’ y punto”, avisa la autoridad.
El miedo logra establecer únicamente un orden circunstancial, vacío de voluntariedad y convencimiento en su aceptación. Un orden sin equilibrio social no alcanza a constituirse en orden armónico. La armonía es un principio respaldado en justicia, libertad e inclusión social. Sin justicia, nadie encuentra un orden estable. La justicia no es una persona, menos un poder accidental, y tampoco la intimidación disfrazada de lucha por la vida.
Los bolivianos, quién podría negarlo, requieren orden y tranquilidad. Esto vale a pedir justicia extendida a todos. El súperhombre del orden autoritario nunca será preferible ante el desorden y la injusticia.