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Declaración Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres para el 8 de marzo de 2022

Estamos pasando por días en los que sentimos la devastación causada por la crisis del capitalismo, que se ha hecho aún más visible en estos 3 años bajo la pandemia.

Mientras el capital empuja a la pobreza a las mujeres, a las clases trabajadoras, a las poblaciones racializadas, a las personas LGBTQ+, y a los pueblos del mundo entero con sus políticas de privatización, despojo y guerra, el neoliberalismo busca las claves de su crisis en colaboración con el imperialismo. Hoy, las contradicciones acumuladas del capitalismo han llegado al punto de ser insostenibles. Mientras que el aumento del desempleo, la inseguridad, la inestabilidad financiera y la concentración de la riqueza han alcanzado niveles récord, está claro que el capitalismo necesita aumentar la explotación de las personas y la naturaleza para sobrevivir.

La mercantilización y privatización de los servicios públicos, la degradación de la naturaleza y la crisis ecológica que impulsa la crisis climática son efectos del agravamiento del conflicto entre el capital y la vida. La explotación aumenta y las mujeres son las más afectadas. Los intereses corporativos se anteponen a la salud. Las empresas transnacionales roban y saquean la tierra, sin respetar los derechos humanos y de la tierra, e imponen deudas ilegítimas a los pueblos de todos los continentes del mundo.

Vemos cómo la reconfiguración del colonialismo se refleja en las políticas migratorias racistas, el cierre de fronteras, la criminalización de refugiadas/os y el aumento del bloqueo económico, político y financiero a los pueblos cuyos gobiernos no se pliegan a los intereses de este sistema depredador. El conservadurismo, los fundamentalismos y el autoritarismo imponen un proyecto de muerte y criminalizan a los movimientos sociales que se atreven a oponerse a él, mientras proponen falsas soluciones, como el capitalismo verde.

El imperialismo no duda en amenazar la paz mundial para superar esta crisis del capitalismo. La OTAN, la organización de guerra del imperialismo, apoya el armamento en todo el mundo y prepara el camino para las intervenciones militares. Después de Afganistán y Libia, ahora está intensificando una «nueva guerra fría» en las fronteras entre Ucrania y Rusia. Seguiremos oponiéndonos a todas las destrucciones del imperialismo, desde Afganistán hasta Siria, desde Palestina hasta Pakistán, desde el Cáucaso hasta Asia Central, y defenderemos la solidaridad y la paz.

Por lo tanto, es urgente que sigamos con nuestras estrategias colectivas y solidarias para poner en el centro la sostenibilidad de la vida en todo el mundo, desde nuestra auto organización y en alianzas con los movimientos sociales que tienen como objetivo transformar la economía para desmantelar el poder corporativo.

La economía, la salud y la soberanía alimentaria se derrumban mientras la explotación, el saqueo y el belicismo aumentan día a día. Mientras los gobiernos reaccionarios-fascistas provocan un aumento de la violencia contra las mujeres, también intentan excluirlas de la esfera pública y limitarlas a la familia. 

Por esta razón, no es una coincidencia que las revueltas feministas en todo el mundo se desborde de los movimientos de resistencia contra el neoliberalismo y los gobiernos neofascistas.

Nuestras hermanas de todo el mundo nos guían con sus luchas contra todo este oscuro panorama. Las huelgas feministas que dejaron su huella en los últimos años dijeron que si las mujeres se detienen, el mundo se detendrá. De Egipto a Túnez, de Estados Unidos al Estado español; juntas, asistimos a una ola similar desde Turquía a Brasil, y un periodo después desde Chile a Sudán. Una revuelta feminista que recoge en su alforja todos los feminismos de la historia y se pone en marcha hacia un nuevo feminismo… Es una rebelión que tiene la rabia de una madre que perdió a su hijo en México, la valentía de no escuchar las prohibiciones que se ponen en cualquier plaza del mundo, y la esperanza de decir «nada volverá a ser igual».

No abandonamos las calles en los peores días, con magníficas manifestaciones y resistencias, especialmente el 8 de marzo. Todas estamos emocionadas por el punto alcanzado hoy por la lucha que levantamos con la risa, la voz, la esperanza y los sueños de cada una. En todo el mundo, las mujeres están al frente de la demanda de cambios sistémicos.

Nos oponemos a toda forma de violencia en el trabajo, en los sindicatos, en las organizaciones políticas, en las escuelas, en los barrios urbanos, en los pueblos y en las zonas rurales, dondequiera que estemos.

Reafirmamos la libertad, la igualdad, la justicia, la paz y la solidaridad como nuestros valores fundamentales.

Las mujeres debemos continuar la marcha,

Resistamos juntas, marchemos juntas.

¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar!

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