Daniel Diez Castrillo: «Soy un hombre del mundo audiovisual» (II y final)
Revista Cine Cubano:
¿Podemos decir que pasas del ICAIC al ICRT como parte de tu crecimiento profesional y personal, y que ese cambio no significó una ruptura con el ICAIC?
Exactamente. Trabajar en la televisión me ofrecía nuevas posibilidades, y pasé el ICRT sin tener ninguna ruptura con el ICAIC. Primero, hablé sinceramente con Santiago: «Santiago, yo sé que tú disfrutarías hacer trabajos para la televisión (recuerden que él comenzó en los archivos de música de la televisión), pero no puedes hacerlo. Dame el permiso a mí». Así, después de estar dos años trabajando en los dos institutos, en 1983 me quedo en el ICRT.
En esos años las relaciones entre el ICAIC y el ICRT no eran exactamente muy fraternales.
Sin embargo, nuestro trabajo abrió nuevos vínculos. Comenzamos a exhibir de forma regular los animados del ICAIC, invitamos a entrevistas a muchos directores de cine.
¿Y tu trabajo trasladó al ICRT alguna «influencia» del ICAIC?
Lo más complicado para mí fue defender que en la televisión también se podía hacer arte. En aquella época, no todos comprendían bien esa idea. Recuerdo que el día que me presentaron como trabajador del ICRT, en una reunión con la dirección del ICRT y de la UNEAC, me pongo a explicar algunas de estas propuestas. Cuando termino, dice Enrique Núñez Rodríguez: «Pido un aplauso para Daniel por sus ideas… antes de que lo boten». Todos rieron.
Con la «mentalidad» del Noticiero ICAIC, mi propuesta era que en la televisión entrara la vida de las comunidades, los centros de trabajo, los centros de estudios y los barrios. Logramos hacer «En pantalla», un programa crítico con la problemática obrera, que por supuesto molestó a muchos de los que llamo miembros de la Comisión Nacional de Obstáculos.
Después de pasar un curso como director de televisión, y estar haciendo programas musicales, humorísticos e informativos, me solicitan que presente el diseño de programación para un nuevo canal de televisión que sería solo de la capital. Así, en 1990, se funda CHTV (hoy Canal Habana), con Danilo Sirio como director y conmigo como subdirector y jefe de Información. Aquí comenzó otra etapa de trabajo con las comunidades de la ciudad, de crítica a los problemas. Recuerdo el programa que hicimos junto a un inspector del Ministerio de Finanzas y Precios, grabando todas las violaciones que se encontraban. No quiero aburrirte diciendo que aquí también apareció la mano de la Comisión Nacional de Obstáculos.
Y de ahí pasas a la Televisión Serrana. ¿Cómo explicas ese salto profesional, personal, creativo, que te pone al frente de un proyecto nuevo, audaz, y que te permite desplegar tus potencialidades como director de cine y como formador de nuevos talentos?
En 1986 presenté la propuesta de filmar la vida de los hombres y mujeres que viven en la sierra Maestra. Yo había sido alfabetizador en esas montañas, una experiencia que me marcó para toda la vida. Siempre pensé que debía hacer algo más por esos campesinos. Años después estuve con Sergio Giral en la realización del documental El jefe de la Columna 4, dedicado al Che Guevara, y fue justamente en San Pablo de Yao, municipio Buey Arriba, en la provincia Granma, donde comenzó el recorrido por los lugares donde estuvo el guerrillero. En ese mismo municipio, además, estaban la Comandancia de la Otilia y La Pata de la Mesa, que fueron escuelas de guerrilleros dirigidas por el Che.
Así comienzo a investigar y a filmar en varios municipios de Granma, con el apoyo decidido del Partido. Después presento el proyecto de Televisión Serrana. La verdad es que al principio nadie me hacía mucho caso y muchos decían que estaba loco, que después de tres meses no iba a encontrar ningún tema nuevo en las montañas.
El ICRT no disponía de equipamiento para apoyarme, pero encontré la ayuda de Ismael González (Manelo), que era el presidente del ICRT y que fue el único que creyó en mi propuesta. Con Manelo fuimos a varios centros buscando apoyo, y después me puso en contacto con la UNESCO, que fue la organización que aportó el equipamiento necesario para el inicio del proyecto. Con el apoyo del ICRT, que dio el presupuesto y otras facilidades, de UNICEF, de la ANAP, del Partido y por supuesto de San Pablo de Yao, comenzó la Televisión Serrana en 1993.
¿Por qué el nombre de Televisión Serrana?
Esa fue una decisión nuestra. El proyecto formaba parte del ICRT, y por eso tomó el nombre de Televisión, aunque en realidad, era un centro de producción de documentales cinematográficos. Una prueba más de que en la televisión también se puede hacer arte. Lo que se produce no se transmite por un canal de televisión, sino que se lleva a las comunidades de la montaña. A los lugares donde no llegaba la electricidad, llevábamos un generador que al principio era el de la funeraria de Buey Arriba.
¿Cuál era la esencia del proyecto?
Mostrar la vida, a veces difícil, de esos seres humanos, para que el resto del país los conociera, y para que ellos tomaran conciencia de lo importante que eran y que son, no solo para la producción y la economía, sino para la identidad de esa región y del país. Era tener una mirada desde una comunidad separada de las grandes ciudades, mientras se miraba a sí misma.
¿Cómo se organizó el trabajo en la Televisión Serrana?
Allí, una vez más con la influencia del ICAIC, formamos los Grupos de Creación Artística con directores, camarógrafos, sonidistas, editores, productores, iluminadores y hasta con los choferes. Cada Grupo decidía qué proyectos eran importantes para la comunidad. Por supuesto, al final el director de la obra decía la última palabra.
Yo había leído, a propuesta de Enrique Pineda, El cine sobre ruedas, de Aleksandr Medvedkin, escritor y realizador ruso de la época de los primeros años del poder soviético, que me aportó la idea de filmar y llevar la obra a las comunidades, discutirla y que fueran los campesinos los que propusieran nuevos temas. A esto le llamé «cruzadas audiovisuales».
En nuestra sede fomenté ver obras audiovisuales y analizarlas entre todos, incluyendo el personal de servicio. Nos reuníamos para hablar de obras de arte, lo mismo de teatro, música, pintura, danza. Creamos un Centro de Estudios para la Comunicación Comunitaria para formar en el mundo del documental a habitantes de la zona y a jóvenes periodistas de otras provincias. Animamos el museo de la provincia para exponer sus muestras. Los fines de semana ofrecíamos proyecciones de animados para los niños y cine-debates con los jóvenes. Llevamos libros y la colección completa de la Revista Cine Cubano. Se trataba de establecer un ambiente de creación en la sierra Maestra, intentando, modestamente, parecernos en algo al ICAIC. A partir de esta experiencia escribí el libro Desde los sueños: Una experiencia audiovisual comunitaria y participativa, publicado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, y que tuvo una reedición por la organización Cine Invisible, de Bilbao, España.
¿Los Grupos de Creación los hiciste en la Televisión Serrana o después como vicepresidente del ICRT?
Los hice estando en la Televisión Serrana. Años después, como vicepresidente del ICRT, los formé en la televisión para la producción de dramatizados y documentales.
¿Cómo recibieron los campesinos la llegada de ustedes a San Pablo de Yao? ¿Existió resistencia, inquietud?
Imagínate, éramos un grupo de jóvenes con barba, pelo largo, en sandalias, las muchachas en short… Al principio, fue un shock para aquellos campesinos, pero a medida que vieron que estábamos allí para filmar sus vidas, sus experiencias, sus animales, sus casas, sus ríos, y enfrentando junto a ellos sus problemas y sus victorias, todo cambió y nos convertimos en parte de su comunidad.
¿Cómo fue el proceso de captar nuevos talentos?
Hicimos una primera convocatoria a la que se presentaron cerca de doscientos jóvenes. A todos les aplicamos una prueba escrita para conocer su nivel cultural, pero lo más importante era la entrevista personal, en la que se buscaba averiguar cuál podía ser la capacidad de entrega de cada uno a la comunidad campesina y su interés por luchar por que estos hombres y mujeres de montaña llegaran a ser reconocidos. Además, su disposición al sacrificio, a trabajar y a vivir en las difíciles condiciones de la montaña, todavía más complicadas en esos años del período especial.
De la cifra inicial, quedaron treinta y pico de jóvenes, que pasaron primero un taller de tres meses en el Telecentro de Holguín, y después, tres meses en la Televisión Serrana, porque se defendía que el final de esa formación fuese en la misma montaña. Se debía estudiar la tecnología, conocerla, pero había que explicar también que se trataba de hacer una televisión diferente, comunitaria y participativa. Al final, quedó un pequeño grupo de quince personas. Aquello fue a puro corazón.
Entre esos nuevos talentos, ¿quiénes tuvieron un desarrollo posterior exitoso?
Muchos de esos jóvenes se convirtieron en realizadores con una obra muy reconocida, dentro de la Televisión Serrana y en otras instituciones: Waldo Ramírez, que además avanzó como directivo en el ICRT; Rigoberto Jiménez, que es profesor en la EICTV; Marcos Bedoya, que ha formado espacios de realización comunitaria en Venezuela; Carlos Y. Rodríguez, que es profesor en la FAMCA de Holguín. Otros y otras se han desarrollado como realizadores por todo el país.
¿Cómo surge la colaboración entre la Televisión Serrana y la EICTV?
Desde el mismo comienzo se estableció una hermosa relación de trabajo con la EICTV. Gracias a ese vínculo, todos los años van estudiantes de la escuela a realizar el proyecto «One to One», que son documentales sobre una persona de la comunidad. El momento en que llegan estos estudiantes de cine de países diferentes, siempre ha sido de felicidad para ellos, los trabajadores de la Televisión Serrana y los campesinos.
¿Cómo en este mismo período te conviertes además en profesor y asesor de los grupos audiovisuales del movimiento indígena latinoamericano?
Eso ocurre en 1995. La EICTV me propone ir a Bolivia para, a partir de mi experiencia en la Televisión Serrana, impartir clases de lenguaje cinematográfico y realización de documentales al movimiento indígena. Allí me vinculo con la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI), lo que me llevó a impartir clases en los Andes, en las selvas profundas, en las regiones amazónicas y en países como Argentina, Guatemala, Brasil, Colombia, Chile, México, Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá, etcétera, para enseñar a los indígenas a realizar documentales y que ellos pudieran contar sus realidades, y para que el mundo los conozca y dejen de ser olvidados. También he trabajado en el Plan Indígena de Comunicación Audiovisual. Es una experiencia maravillosa y muy enriquecedora, al conocer otras culturas y sus luchas ancestrales.
Recuerdo que cuando me reuní con comunicadores de diferentes grupos indígenas y les dije: «Ustedes hablan su lengua materna, algunos el español, y ahora conocerán un nuevo lenguaje: el lenguaje cinematográfico», me miraron y me dijeron: “confiamos en usted”». Realicé un último encuentro en 2018, con CLACPI, en Guatemala, donde impartí unas conferencias magistrales. En 2020, fui jurado del premio Anaconda, que entrega el movimiento indígena, del cual sigo formando parte.
Con el tiempo, cada día son excelentes los documentales que realizan los indígenas de América Latina.
Hay algo único: en 2014 impartí unas conferencias sobre la experiencia de la Televisión Serrana y su trabajo comunitario y participativo durante el Seminario Mesoamericano de Comunicación Social, en la Universidad de la Montaña, creada por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, que está en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, México, a 2 200 metros de altura.
Desde hace años eres profesor de la FAMCA. Aparte de los conocimientos técnicos, después de tantos años de trabajo en el ICAIC, el ICRT, la Televisión Serrana, el movimiento indígena y más, ¿qué principios éticos enseñas a tus alumnos en el tratamiento de la realidad social y cultural?
No manipular, decir siempre la verdad, no engañar a los entrevistados, ni a los espectadores, ni a nadie. Encontrar en cada tema la posibilidad de contar historias que en su esencia ayude a los demás a ser mejores seres humanos. No traicionar jamás los verdaderos valores humanistas. Entrega total, y que si puedes vivir sin filmar, entonces no filmes.
¿Algo más que quieras decir a la altura de tus 75 años?
Como ves, siempre ha estado presente mi formación «icaiquiana», con la que he logrado llevar adelante mis ideas. Por eso he dicho tantas veces: ¡Gracias, Alfredo!, ¡gracias, Julio!, ¡gracias, Santiago!, ¡gracias, ICAIC!
Gracias al ICRT por permitirme llevar adelante mis sueños, pues hoy cumplo cuarenta años de entrega al trabajo en ese organismo.
Gracias a Marlen, mi compañera, que siempre ha estado a mi lado como guionista, directora asistente y confidente. Gracias, Marlen.
Gracias a San Pablo de Yao, desde donde se descubre en la noche que el cielo tiene miles de estrellas y que existe mucha magia.
La lectura del texto de José Martí, «Maestros ambulantes», donde expresa: «Se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros», me ayudó a adentrarme más en el mundo del campesino y me hizo descubrir sus esencias. Este lo considero el texto fundacional de la Televisión Serrana. Gracias, Martí, por todo.
Soy, como se dice, un hombre de cine, un hombre de televisión: un hombre del mundo audiovisual. A puro corazón.
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