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Consecuencias del genocidio de Kuruyuki : “Voy a contar lo que han visto mis ojos”
(APC Bolivia. Del muro de DAVID ACEBEY).-
“VOY A CONTAR LO QUE HAN VISTO MIS OJOS”
Me llamo Mario Rivera, tengo 35 años y soy el capitán de la comunidad libre Cañadillas. Yo he nacido apatronado. Cuando tenía unos ocho años mi papá me mandó a una escuela de carais. Estaba pensionado donde una tía y mi papá le pagaba con chanchitos o con maicito. He estudiado hasta el quinto básico y fui buen alumno. Era el único estudiante de la hacienda Casa Alta, de Ñacamiri.
Para carnaval el patrón nos hacía el arreglo de los jornales y de nuestras deudas de todo el año. Algunos ganábamos unos 200 bolivianos, otros no ganaban nada y otros aumentaban su deuda. Volvíamos a sacar ropa de la hacienda -el patrón ponía los precios a su gusto- y otra vez nos endeudábamos y volvíamos a trabajar todo el año para pagar esa deuda. A veces nos daba unos diez pesos y los domingos nos daban un poco de azúcar, de harina o de manteca; pero todo lo que nos daba lo anotaba y a veces anotaba sin darnos y no anotaba los jornales; pero como yo sabía leer, una vez le pillé a la esposa del patrón: en vez de anotar los jornales de un peón -yo estaba parado detrás de ella- estaba anotando jabón, azúcar y otras cosas que ese peón no había sacado. Yo le dije a la patrona que eso no estaba bien y ella se levantó y se fue donde su marido. Después me llamó el patrón y me dijo que no reclame delante de los peones, porque iban a desconfiar. Entonces le he dicho lo que he visto:
—Por eso será que nunca acabamos de pagar nuestras deudas. Además, mis jornales que usted ha anotado, no salen igual que los que yo he sumado.
Con mis ojos he visto cómo nos engañaba y hasta ahorita tengo rabia en mi corazón. En la hacienda había un capitán de raya que, siendo hermano guaraní, salía a favor del patrón. A él le pagaba 20 el jornal y a nosotros 5. A veces él nos denunciaba por alguna cosa y el patrón nos castigaba o no nos pagaba de una semana de trabajo. Ese capitán es mi primo hermano y él mismo nos ha contado.
-Es malo traicionar a los hermanos -le he dicho.
Él se arrepiente; pero ahora es bueno y vive en la comunidad.
¿QUÉ SERÁ LA GUASCA ?
Los patrones no son iguales: algunos abusan menos y otros abusan más. Hay patrones chicos y grandes y, entre ellos, no se llevan bien. A veces entre hermanos se están peleando por un pedazo de tierra o se están quitando peones para sembrar más grande. Algunos patrones chicos me guiaban, eran un poco buenos y venían a tomar chicha a nuestras fiestas; pero nuestro patrón era acostumbrado a guasquear. A veces el chango que estaba cuidando los chanchos hacía escapar uno y recibía guasca. Varias veces he visto cómo le ha guasqueado a mi papá. Una vez fue porque se atrasó en ir a recibir su coca.
—Ven para este lado —le dijo y le dio guasca.
Mi padre es muto (manco) y no tiene un ojito. ¡Tanto que ha servido a los patrones y que le sigan dando guasca! Uno no entiende por qué es eso. Entonces pensaba:
“¿Qué será la guasca? ¿La guasca será el pago que nos dan por trabajar tanto para ellos?”
Yo estaba en la escuela y, cuando iba a la hacienda, mi mamá me decía que cada semana lo guasqueaba, que a las mujeres también las guasqueaba y que las manejaba como a perro. Desde entonces he pensado en cómo tener tierra, para que no haya guasca.
EN LA VAQUERÍA
Cuando tenía unos 14 años el patrón le dijo a mi papá:
—Si no lo traes a tu hijo yo mismo voy a ir a sacarlo de la escuela.
Entonces mi papá me ha traído a la hacienda y el patrón me ha puesto de ayudante de vaquero. Yo sabía trabajar con azadón, con hacha; pero no sabía agarrar lazo y una vez el patrón me dijo que enlace a un animal y no he podido.
—Con esto vas a aprender a no fallar —dijo y me quiso guasquear con su anta.
Entonces me he metido en medio de unas ramas, donde no podía entrar su caballo, porque el anta hace doler feo y con eso le daba a mi papá.
—Salí, salí, te voy a guasquear —me decía.
No he salido porque me quería pegar sin motivo. Si primero me hubiera enseñado a enlazar y yo hubiera practicado, entonces podía guasquearme. Después me ha mandado a trabajar al chaco y al tiempo vuelta me ha puesto de ayudante de vaquero.
—Andá a practicar —me ha dicho.
Al poco tiempo vimos un novillo arisco -estábamos el vaquero, el patrón y yo- y he armado mi lazo; pero no he podido porque de montado peor no sabía enlazar. Entonces me he bajado del caballo, lo he amarrado y me he metido al monte porque he visto que iba a venir a guasquearme.
“No le voy a dar gusto”, he pensado y no me hice dar.
Otra vez me ha mandado al chaco y al poco tiempo vuelta me ha hecho llamar para ayudante de vaquero, en otra de sus propiedades. Esa vez teníamos que llevar animales para vender a los mañazos.
—Si haces escapar vacas, ahora si que vas a llevar guasca vos y tu papá —me ha dicho.
Me tenía rabia porque no me dejaba pegar. Entonces yo tenía unos 18 años.
EL QUE SE MUERE SE MUERE
Por el año 1993, los tekos* fueron a las haciendas para enseñar a leer. Eran profesores guaraníes de la Provincia Cordillera -allí son libres- y algunos patrones los botaban de las haciendas y les amenazaban. Después me fui con ellos a Camiri sin avisarle al patrón, para hacer un curso sobre nuestros derechos. He vuelto después de un mes y cuando fui a la hacienda le dije al patrón:
—Voy a trabajar, deme coca.
—No necesito estudiantes. Seguí nomás estudiando y ándate de la casa antes de que te de guasca.
—Puedo irme —le he dicho— porque ahora sé cuáles son mis derechos.
Al rato le he vuelto a preguntar:
—¿Verdad don Román que no me necesita para ayudarle?
—Salite. No quiero verte —me ha dicho y me he ido.
No me pegó ese rato porque él sabía que yo estaba enseñando lo que me han enseñado los tekos y no quería que vean los peones; pero al que fue conmigo a Camiri, le hizo quedar en la hacienda con engaños y le ha dado guasca. En la puerta le he encontrado a mi mujer y le dije que teníamos que irnos a Kaapuco.
—Seguro que nos va a querer dar guasca. Tal vez está con su revolver y me va a querer matar —le he dicho en el camino y he puesto unas piedras en mi bocó.
Y cabalito: el patrón ha salido de un cañón, estaba montado, y mi mujer quiso desmayarse de miedo porque a ella siempre la guasqueaba. Quería caerse, quería gritar, se ha abrazado de mi cintura y casi me hace caer. Si caía me iba a hacer pisotear con su mulo.
—¿Donde te vas? —me dijo.
—Usted me ha dicho “ya no te necesito, ándate” —le dije.
—Nunca has recibido, pero ahora te vas a llevar esta anta —me ha dicho y cuando estaba por bolear su rebenque he sacado piedras de mi bocó y le he dicho en guaraní:
—Vos eres una persona humana igual que yo, y yo soy una persona humana igual que vos. No puedes guasquearme sin motivo porque yo no te he robado nada. Si me faltas yo te voy a dar también. Si me respetas yo te respeto. No estamos en tu casa. Estamos en el camino, y el que se muere, se muere. ¿Cuál quieres? —le he preguntado.
—Abusivo e’ mierda. ¡Malcriado!, me ha dicho y se ha ido.
Yo estaba decidido a bajarle de su mulo porque el anta duele feo. Y nos fuimos a Kaapuco.
EL ÚNICO LIBRE
Kaapuco es una propiedad bien chiquita, de unas cuatro hectáreas y es de Fernando Suárez y de su esposa. Ellos son guaraníes y tienen diez hijos.
—Falta tierra para mis hijos; pero como eres guaraní te voy a dar veinte rayitas para que siembres maíz pa’ tus gallinitas y pa’ tu mote —me ha dicho el Fernando.
—Me alcanza, tío —le he dicho— porque voy a buscarme la vida en otro lado, voy a jornalear para la comida.
Después los he llevado a mis familiares porque el patrón mucho le pegaba a mi papá y allí he estado cuatro años. El Fernando es muy bueno y toda nuestra gente lo visita. Allí se iban los guaraníes que escapaban de las haciendas y, cuando los patrones iban a traerlos, él los defendía:
“Si te debe puedes llevarlo; pero no puedes maltratarlo porque los guaraní también somos gente”, les decía.
El Fernando era pobre y, para peor, estaba rodeado de patrones. Era el único guaraní libre. Los patrones lo odiaban, le amenazaban con matarlo, le esperaban en el camino para darle guasca; pero no han podido dominarlo. Recuerdo, como en un sueño, que cuando yo tenía unos cinco años el patrón Adrián traía policías desde Monteagudo y lo hacía llevar preso al Fernando. El policía iba a caballo y el pobre Fernando iba a pie, y el viaje es largo. (120 kilómetros). Le acusaban de cualquier cosa y lo llevaban preso. Lo soltaban y, cuando estaba comenzando a trabajarse, vuelta le acusaban de algo y volvían a llevarlo. Eso era cada vez. Tanto ir a la policía ha aprendido a hablar un poco de español. Yo le preguntaba a mi mamá por qué era eso y ella me decía que querían quitarle su tierra.
En 1993 una iglesia alemana ha comprado una tierra para Kaapuco. Ahora es comunidad y tiene 350 hectáreas. Crían chanchitos y el maíz produce bien. Deben de haber unas 15 familias y el capitán es Fernando Suárez. Si no hubiera habido esas cuatro hectáreas de tierra libre, no hubiera tenido dónde escapar. Nunca me voy a olvidar de Kaapuco ni del sufrimiento de Fernando Suárez. Él ha peleado por nosotros.
LA LIBERTAD ES DIFÍCIL
Estaba en Kaapuco pero siempre iba a los ranchos de la Hacienda Casa Alta para charlar con mis compañeros. Iba por la quebrada o por el monte para que no me vean los patrones.
—Hay una institución que va a conseguir una tierra libre para nosotros. Estén alistándose, no siembren mucho; pero no es obligatorio irse. Allí no va a haber patrón ni engaño —les decía.
La gente se me fue apegando. Iban a buscarme, hablábamos y esa información yo la pasaba a la institución que estaba en Camiri. Los peones querían que se compre rápido la tierra en un lugar donde produzca maíz y que no sea muy lejos de donde hemos nacido.
—Los patrones ya sospechan que nos vamos a ir. Nos están haciendo trabajar más duro y no nos hacen comer bien — decían. Se quejaban a mí como si yo fuera el dueño de la plata para comprar la tierra y algunos desconfiaban:
—Parece que es mentira —decían.
—No es mentira —les decía— la libertad no es rápido, es difícil; pero si nos ayudan todo va a salir rápido.
El patrón amenazaba con matar a los tekos; pero como ellos se cambiaban cada vez, el patrón no los reconocía ese rato.
—Nos puede matar. Al escape vámonos —decían los peones.
—El patrón no nos va a hacer nada, es una persona igual que nosotros —les decía.
Así hemos estado unos seis meses, y cuando la institución compró la hacienda Cañadillas, hicimos una reunión en Kaapuco y decidimos que vengan los camiones a recogernos, pero en la noche.
SILENCIOSAMENTE ERA LA COSA
Nuestro escape de la hacienda fue la noche del 11 de septiembre de 1997. Nunca voy a olvidar ese dolor: escapar como si el patrón fuera tigre. A las diez de la noche hemos comenzado a cargar y a las doce hemos partido en dos camiones. Teníamos miedo. Ni los perros ochaban. Silenciosamente era la cosa. Como loros estábamos en el camión, porque éramos 26 familias y en el camino muchos de los animalitos han muerto apretados.
A las diez de la mañana hemos llegado a Cañadillas y nos hemos bajado en la ex hacienda, una casa vieja. Felices, pero también tristes por dejar el lugar donde han muerto nuestros abuelos. Aquí todo era monte. Los niños extrañaban y lloraban. Primero hemos hecho casitas, después hemos recorrido nuestro territorio y eso lleva tiempo. Al principio la institución nos ha ayudado con víveres.
Me gusta este lugar, es parecido a Ñacamiri, la tierra es buena. Los vecinos de aquí habían sido quechuas. Ahora nos llevamos bien, nos saludamos, nos entendemos y no hay peleas. En la hacienda se quedaron unas diez familias, por miedo a la libertad. Les decían: “Allí van a morir de hambre, porque primero tienen que pagar la tierra que ha comprado la institución”. Todos los años, para el 12 de septiembre, hacemos fiesta y recordamos cómo sufríamos cuando éramos peones de hacienda. Sembramos de todo y ya no comemos sólo maíz, como en la hacienda. Tenemos problemas pero los arreglamos de buena manera.
Ahora debemos de ser unos 160 guaraníes. Tenemos micro riego y, con el apoyo de una institución, casi todas las casas tienen agua. Los niños hablan guaraní; pero como la escuela no es de la comunidad, no es bilingüe. Hemos tenido ocho bachilleres y una enfermera auxiliar y cuando nos enfermamos nos llevan al hospital de Monteagudo.
Como es nuestra costumbre, hacemos arete con cajas y con quena, y bailamos. Las mujeres se ponen tipoi y sacamos aña aña, cuchi cuchi, cuña cuña, yagua yagua y hacemos el arco con flor de toperügua. Para la Pascua usamos radio porque no tenemos violín y tocamos el bombo grande. Para este carnaval (2005) nos ha invitado la alcaldía de Monteagudo para que participemos del corso. Ahora, cuando los patrones nos buscan les decimos:
—El jornal es 25 bolivianos con coca y comida, y tienen que llevarnos y traernos a la comunidad.
A veces nos dicen:
-Ustedes quieren ser más que un carai. ¿Donde han ido a estudiar para querer ganar tanto? —y se van renegando.
Pocos salen a trabajar fuera de la comunidad; pero algunos carai se dan mañas para engañar.
VENGANZA FRUSTRADA
En Cañadillas no teníamos documentos para registrarnos para las elecciones municipales y mis compañeros me despacharon a Huacareta -antes pertenecíamos a ese municipio- porque los documentos que nos dieron las brigadas de carnetización estaban allí. Cuando fui a la alcaldía el Oficial Mayor me dijo:
—Vamos a revisar juntos porque vos conoces los nombres.
Todos habíamos estado registrados; pero nuestros documentos los había tenido el patrón y, cuando escapamos, los había quemado. He salido agachado y con rabia y, en la puerta, me he chocado con el que fue nuestro patrón y lo he sacado como un metro a la calle. Yo no lo vi.
—Abusivo ¿Quien sos vos? —me ha dicho.
—¡Usted había sido don Román! —le he dicho.
—¡Ah! Vos sos el Marito. Vamos a charlar. Vos dice que sos el capitán —y me llevó a un banco del municipio.
—Que quiere decirme —le dije.
—¡Hijo! Vos no me tienes miedo, ¿no? ¡Sos tigre! ¿Por qué no me tienes miedo?
—Por qué le voy a tener miedo si usted es humano igual que yo. Nuestra única diferencia es que usted maneja bien el español y yo manejo bien mi idioma. Todo lo que tiene usted, yo tengo —le dije.
—Sos tigre, ¡che! No te he podido dominar. Te invito esta noche para que tomemos cerveza.
—Listo, listo. ¿Donde vamos a tomar? —El me ha ubicado dónde; pero yo sabía que querían pegarme, porque el alcalde y los concejales eran puro patrones.
Tenía que regresar a Cañadillas; pero como no había en qué porque era la fiesta de Huacareta (21 de septiembre), tenía que esperar hasta el otro día. Entonces me fui a las chacateas donde una señora que vendía canelados -fue mi compañera de escuela- y le he dicho que me estaban buscando para abusarme. Ella ha tenido pena y me ha metido debajo del asiento y me ha tapado con una sábana. Al rato ellos han venido en la vagoneta de la alcaldía y me han buscado por toditas las chacateas. Después vinieron donde yo estaba y el Román ha dicho:
—Le dije que me espere en las chacateas. ¿Donde estará? Él se ha llevado a todito mi personal.
—Lo cargamos a la vagoneta y lo botamos al río —ha dicho otro.
—A ese camba deberíamos colgarlo del puente.
¡Mierda que me ha dado miedo! Pero no me hice pillar.
Alguna gente dice que los guaraníes de las comunidades somos flojos desde que ya no tenemos patrón. Eso es mentira. Aquí sembramos de todo; pero si no hay trabajo, también sabemos descansar, sabemos ir a andar al monte, sabemos estar a gusto. No volveríamos a la hacienda aunque nos paguen 100 el jornal.
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—Foto1 Mario Rivera y su padre en Cañadillas.
—Foto 2 Comunarios de Cañadillas.
—Tekos* Nombre que dieron los peones de hacienda a los alfabetizadores. En el mundo de las nuevas comunidades libres quedó como sinónimo de dirigente, de protector.
— Entrevistas para esta nota: 2005 – 2006 – 2007. Comunidad Cañadillas.