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Coco Manto

Por Manuel Monrroy Chazarreta:
Entonces decidí ir a buscarlo, me adhería a la campaña para que Coco Manto sea designado Premio Nacional de Culturas 2019, contacté a su hijo Pablo a quien había conocido de muy niño en el exilio mexicano, te esperamos Papirri, señaló contento. Me puse a meditar…
¿Cuándo fue la primera vez que le di un abrazo? Apareció mágicamente un recorte de prensa del Semanario Aquí, abril de 1980: Hermoso Festival en Homenaje a Luis, titulaba el recorte: “durante cuatro horas se realizó un Festival Artístico en el Paraninfo de la UMSA , allí se rindió Homenaje a Luis Espinal , dos meses después de su asesinato”…
A un costado del articulo estaban las fotos del evento, Matilde Casazola, Julio Cesar Paredes, mi foto de reciente bachiller, las fotos del Taller de Teatro de la UMSA y el hermoso poema de Coco Manto dedicado a Luis Espinal que en su columna Olla de Grillos decía: Esta todo el pueblo en el funeral/ seguro que ha muerto algún general/, pero no se escucha banda militar/ ni hay nadie a caballo con paso marcial(…) Señor, quien ha muerto? Luis Espinal/ Era alguien famoso?/ Un hombre normal/ Porque lo mataron?/ Por la libertad/ Decía de frente siempre la verdad/ y lo torturaron de forma brutal/ y lo victimaron dentro del camal…
Aquel día le di el primer abrazo. Ya lo había leído y escuchado mediante un casette en la casa de Rene Bascopé, otro artista y periodista valiente que asumió la dirección del Semanario Aquí en esos momentos tremendos, yo no podía creer que abrazaba a Jorge Mancilla Torres, poeta minero de Uncía, que a los 22 años se volvió Coco Manto. El Basquito me contaba que allá por 1964 apareció en la escena artística paceña con su voz de fuego, su pluma infinita, su humor inteligente, ya se lo veía con Ernesto Cavour, Dominguez y el Gringo Favre en el Show de los Sábados de Miky Jiménez asestando golpes finos a la dictadura de Barrientos. Cuando lo abracé aquella vez y por primera vez, sentí el calor de los mineros, el ceño de la copajira, la mirada de llockalla bandido, la sonrisa sincera sin melodramas, Coco había vuelto recién del exilio banzerista, y otra vez, sin pausa, a darle y darle a la poesía rebelde, al humor valiente antimperialista: Acelerada o con calma /la poesía ha de ser / clarita como el singani/ útil como un alicate/ a la hora de su quehacer/ de combate. Quise invitarle un té con te, pero los tiempos eran duros, los paramilitares de García Meza lo perseguían.
Ahora tomo un taxi, doy la dirección al taxista cochala y mientras da vueltas y vueltas buscando el hogar de Coco recuerdo el segundo abrazo. Fue tres meses después, julio de 1980, con mi familia habíamos inaugurado el asilo en el consulado de México, los paramilitares hallanaron mi hogar y quemaron todo buscando a mi padre y a mi hermano mayor, la residencia del embajador mexicano estaba repleta de compatriotas urgidos, nos metimos nomas al consulado, no había de otra. Al día siguiente apareció Coco Manto con su frazada, su termo, su coquita, su Astoria y su sonrisa bendita. En esos tres meses de encierro en paradoja disfruté mucho tenerlo tan cerca, le canté mi primera canción Hoy es Domingo, me dijo debería llamarse Ahura es Domingo, dio la inyección certera para que naciera el huayño Hasta Ahurita que se lo canté con la angustia de la primera decepción amorosa: tranquilo, amigo, tranquilo, las mujeres tienen dos (o) varios, anoto en un papelito.
Luego, ya en el destierro mexicano, nos vimos en su departamento de El Altillo que fue espacio de contención de tantas soledades, nos recibía poblado de hijos mientras su esposa, la bella Martita, hacia milagros extendiendo mágicamente ese pozole florido con la receta de Ricardo Pérez Alcala. Festejamos de lo lindo el Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” que le otorgó el Instituto Nacional de Bellas Artes de México en 1982.
Vuelvo al taxi. Luego de huayronquear, por fin llegamos al departamento de Coco en un callejón valluno, desde un tercer piso bajó el Pablito, Papirri, con calma nomas nos apuraremos, esta delicado mi papá, pero muy emocionado de volver a verte. Allí estaba el gran Jorge Mancilla Torres, el entrañable Coco Manto, sentado en su living con la querida Martita. Habían pasado 37 años para este abrazo. Entonces me obsequia sus Breverias, libro vital publicado en 2014 por el periódico La Jornada de México, señala sabio con su dedo, esto es para ti, Papirri: Dicen que soy muy negativo. No¡ No los soy¡ Nunca¡ Me niego a esa calumnia…Y se ríe en serio.
Estuve en el acto, recibiste el Premio Nacional de Culturas, hermano Coco Manto, llegue un poco tarde, llenito estaba, no pude darte el cuarto abrazo, te aplaudí desde gallo. Sabes que te quiero desde el alma, por tu talento virtuoso, tu soneto esencial, tu valentía ejemplar, tu lucida consecuencia. Entonces respondes desde tu silencio: Mas que preguntas propuse respuestas/para asentar la vida que es muy poca / lucho por ella con lo que me toca/ quiero morirme con las botas puestas.
Septiembre 2019