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ANTE LA EMERGENCIA «JUNTOS», PERO EN SERIO

Drina Ergueta

En las últimas semanas, se hace cada vez más evidente la desesperación e impotencia de autoridades gubernamentales de Bolivia para lograr que diversos sectores de la población respeten el confinamiento y hacer frente al covid 19, como si hubiera una pared invisible que no les permite hacer llegar su voz, de advertencia en unos casos y de amenaza explícita en otros. Seguramente es esa pared que se ha construido durante siglos y que en los últimos meses se ha reforzado.

Allí está el ministro de Obras Públicas, Iván Arias, muy conocedor del imaginario aymara, que, sin embargo, a gritos no supo hacerse entender por pobladores de Laja que participaban en un velorio; la impotencia del ministro de Defensa, Luis Fernando López, ante el departamento de Santa Cruz dijo que aquí “es una fiesta” y “un desastre”, ya que la gente miente para salir a la calle en masa, por lo que luego tuvo que pedir disculpas; la voz envalentonada y que sólo atina a amenazar (y cumplir) con la cárcel del ministro de Gobierno, Arturo Murillo; la vergüenza internacional por la injusticia y trato discriminador e inhumano que recibieron 825 hombres, mujeres e infantes de Bolivia impedidos de ingresar al país desde Chile, en lo que hay responsabilidad de la canciller Karen Longaric, del encargado de Migración, Marcel Rivas, y del ministro de Justicia, Álvaro Coimbra, los dos últimos con sus desatinos verbales; finalmente la inesperada renuncia del ministro de Salud, Aníbal Cruz, que luego apareció diciendo lo que estando en funciones calló: en Bolivia habrá 48 mil infectados y morirán cerca de 4.000 personas.

Por otra parte, se van produciendo conflictos sociales relacionados a las medidas que se adoptan ante el coronavirus, y también por las que no se adoptan, como es el caso de la gente de San Julián que atacó a la Policía para rescatar a vecinos detenidos por saltarse la cuarentena; como es el motín de presos en Oruro que pedían un médico, tras lo cual tres policías resultaron heridos. Y los conflictos que vendrán.

¿Qué está pasando? Es evidente que no hay forma de que el discurso llegue y de que el gobierno conecte con las distintas organizaciones sociales; muchas de estas organizaciones, sí, son fieles al anterior gobierno, pero además son fundamentalmente y profundamente “ajenas y lejanas” socialmente a quienes llevan las riendas del poder y a su forma de entender la sociedad boliviana, una forma que se ha mostrado clasista y racista, sí, además de estar marcada por decisiones electorales.

Hay una Bolivia que ha sido históricamente excluida, además se sabe y se siente así. Las medidas adoptadas ante el coronavirus lo hacen más evidente. Un ejemplo claro es el caso de gente que fue impedida de regresar al país por tierra, personas bolivianas abandonadas más de una semana a la intemperie en la frontera, a 5.000 metros de altura; mientras que otras entraban en avión con todas las garantías y alojadas en hoteles para que hagan la cuarentena. Han sido autoridades chilenas las que han socorrido a las primeras.

Las diferencias entre unas y otras eran que quienes llegaban en avión tenían dinero. Pero, hay más allí, esta gente con mayor suerte en la vida (así se trate de algunas personas con enfermedades) es considerada “de los nuestros” por parte del grupo social que gobierna y quienes le apoyan. Las declaraciones de las autoridades bolivianas, sus justificaciones, muestran cómo se ve “al otro” y que, al decirles “masistas”, buscan convertirles en: una masa sucia, por su pobreza; posiblemente enferma con el virus, por irresponsable e ignorante; delincuencial, al no respetar la cuarentena y querer contagiarnos; y enemiga, al ser (sin tener prueba alguna) militantes del MAS.

Es un ejemplo, el de mayor repercusión mediática, pero hay muchos: desde la señora que cada día va a vender o comprar lo que puede para con eso alimentar a sus hijos e hijas; desde el motorista que sale a trabajar; desde la gente que se va a jugar fútbol o a una fiesta porque el mensaje de ese ser ajeno y lejano que es el gobierno no le llega; hasta esa población que abandonada en los pueblos de la selva opta por meterse al monte para lograr allí qué comer.

Además, no es cuestión de ignorar a “el otro” pensando en que el virus le tocará y a “nosotros” no. Se trata de población mezclada y entrelazada a pesar de las distancias aparentemente infranqueables internas, donde la enfermedad puede circular sin este tipo de miramientos.

Es evidente que hay dos Bolivias y que con una de ellas este gobierno no llega a conectar. El anterior conectaba más con la otra, sí, bastante más a través de las organizaciones sociales. No estoy hablando de militancia partidista, ni de votos siquiera, sino de conexión en sentido de conocer los canales por los que se puede lograr llegar mejor a ciertos espacios de población. En una situación límite, como esta, se debería aprovechar esta capacidad de conexión, al margen de partidismos.

Ante esta crisis angustiosa y ante su impotencia, el actual gobierno, que logra resultados en ciertas zonas de las ciudades y poco en la zona rural, debería creerse su campaña de “Juntos” contra el covid 19 y buscar pactos y respaldos, mirando “al otro/a” como también “nuestro/a”, para lograr llegar a toda la población y entender sus circunstancias y adoptar las medidas adecuadas. Pacte, resuelva, encuentre las vías. Es una propuesta de vida, porque la vida debería estar antes de posiciones partidistas, de clase, raza y género.

Drina Ergueta es periodista.

https://www.paginasiete.bo/opinion/drina-ergueta/2020/4/14/ante-la-emergencia-juntos–pero-en-serio-252563.html?fbclid=IwAR0V5jVL2Vpt4VK7vEBpR44M14EO8HBcg1Y9S3fxc7_DhcCrA5sqNWB-bpk

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